Paseo por España
Relación de un viage
á Cataluña, Valencia, Alicante, Murcia y Castilla;
por la Condesa de Gasparin
Valencia, 1875
IV
10 de Abril de 186...
Al poner el pié en España todos soñamos en la guitarra y las castañuelas; nosotros no nos atrevíamos á cargar con la guitarra; pero cada cual quiso proporcionarse castañuelas y fuimos á buscarlas de tienda en tienda. Yo busco aun otra cosa: quisiera encontrar algunos de los antiguos aires de la procesión y también cantares del pais. Hétenos en la tienda de un guitarrista, hombre grave, de ojos
penetrantes, que acoge mi petición con aspecto bastante desdeñoso: «¿Quiere nuestras Rondeñas y nuestras castañuelas esa estrangera?» parece decir, como admirándose de aquel propósito estravagante. Echa sobre el mostrador unos cuantos paquetes de aquellas conchas de madera negra, de dos ventallas, pulidas y ligeras, unidas por un cordón de seda, y que, en manos de las señoritas, tan alegremente suenan (1).
Todas las castañuelas se parecen mas ó menos; pero no todas tocan lo mismo. Hay algunas, chatas y lisas, cuyo vulgar repiqueteo produce fastidio insoportable; hay otras elegantes, pretenciosas, cuyo sonido cascado no dice nada de bueno; unas hacen un ruido fuerte y desentonado, otras quedan mudas en la mano que las oprime.
«Aconsejadme, le dije al vendedor: no se trata de comprar una chuchería para guardarla sobre una mesa; quiero obtener el instrumento perfecto, las castañuelas-verdad.»
Brilló un relámpago en las pupilas de nuestro hombre: «¡La verdad! También-la busco yo, y no he podido encontrarla.»
¿Qué dudas y sufrimientos atormentaban el alma de aquel buen sugeto?
(1) A pesar de su esmero por no juzgar del pais que recorre mas que por sus propias observaciones, la autora no ha podido librarse de la idea, tan arraigada en todos los franceses, de que las señoritas españolas han de tocar las castañuelas y bailar el fandango. ¡Aun como ha prescindido de la navaja
en la liga (N. del T.)