Durante más de mil años, se
consideró una verdad irrefutable que las moscas tenían cuatro patas. Esta
afirmación, respaldada por la autoridad intelectual de Aristóteles, fue
aceptada sin cuestionamiento alguno. Aristóteles, una de las mentes más
brillantes de la Antigua Grecia, había declarado este hecho y, por siglos,
nadie osó contradecirlo. La influencia de sus escritos era tan poderosa que se
replicaron incesantemente a lo largo del tiempo, sin que nadie ofreciera una
opinión diferente, ya sea por deferencia, por falta de medios para comprobarlo
o por simple desconocimiento.
Sin embargo, un buen día, alguien —posiblemente sin conocimiento alguno de la influencia de Aristóteles— decidió capturar una mosca y observarla de cerca. Esta persona, con un espíritu inquisitivo que desafiaba el statu quo, contó las patas del insecto y descubrió que los eruditos estaban equivocados. Las moscas, como ahora sabemos, tienen seis patas. Este descubrimiento puso en evidencia que incluso las autoridades más respetadas pueden errar, y subrayó la importancia de la observación directa y el cuestionamiento crítico.
La
Cantiga 330 de Alfonso X
¿Y qué tiene que ver esta historia
con la Cantiga 330 de Alfonso X? Durante décadas, los estudiosos han descrito
los instrumentos musicales representados en esta cantiga de una manera
específica: una chirimía acompañada por una cantante que tañe en alto unas
"tejoletas". Sin embargo, al igual que con las patas de las moscas,
esta interpretación merece ser reconsiderada bajo una nueva luz.
Los
Juglares Músicos del Rey Sabio
En la segunda mitad del siglo XIII,
la corte de Alfonso X el Sabio emprendió la monumental tarea de compilar las
"Cantigas de Santa María". Este extenso conjunto de canciones en
honor a la Virgen María, escritas en galaicoportugués, narra los milagros
atribuidos a la Virgen. Estas cantigas se conservan en cuatro códices
fundamentales que son una joya tanto literaria como musical:
- El Códice de Toledo,
actualmente custodiado en la Biblioteca Nacional de Madrid, que permaneció
en la catedral de Toledo hasta 1869. Este códice es una de las principales
fuentes de información sobre las prácticas religiosas y musicales de la
época.
- El Códice de Florencia, alojado en la Biblioteca Nacional de esta ciudad
italiana. Este manuscrito aporta una visión complementaria y crucial para
entender el contexto cultural de las cantigas.
- Los dos códices de la Biblioteca de San Lorenzo del
Escorial:
- El Códice Rico, que contiene 198 cantigas. Este
códice se destaca por su rica ornamentación y la calidad de sus
miniaturas.
- El Códice de los Músicos, que alberga 417 cantigas y es célebre por sus 40 miniaturas, ofreciendo un valioso registro visual de los instrumentos musicales de la época. Este códice es fundamental para el estudio de la iconografía musical medieval.
La
Miniatura de la Cantiga 330
La Cantiga 330 está ilustrada con
una miniatura que muestra un dúo de músicos. Uno de ellos ejecuta un
instrumento de lengüeta doble, posiblemente una chirimía. A su lado, se
encuentra una mujer vestida de rojo, con la boca abierta mostrando los dientes,
en lo que se interpreta como un gesto de canto. Esta figura femenina sostiene
en alto unas tablillas rectangulares, tradicionalmente identificadas como
"tejoletas".
La descripción de estos instrumentos
ha sido aceptada durante años sin mayor cuestionamiento, similar a cómo se
aceptó la afirmación de Aristóteles sobre las patas de las moscas. Sin embargo,
una observación más crítica y detallada de las miniaturas y de los textos
históricos podría ofrecer una nueva perspectiva.
Reconsiderando
la Identificación de las "Tejoletas"
La identificación de estos instrumentos como "tejoletas" ha sido un punto de consenso entre los estudiosos. Sin embargo, es posible que esta interpretación haya sido influenciada por una comprensión limitada de las fuentes primarias y de la evidencia iconográfica. Al igual que el observador que desmintió a Aristóteles, debemos reconsiderar nuestra interpretación de estas representaciones.
Estas tablillas medievales podrían ser otro tipo de instrumento que no hemos identificado correctamente debido a nuestra interpretación limitada de los textos y las ilustraciones medievales. Por ejemplo, podrían ser tablillas de percusión u otro tipo de instrumento de láminas resonantes que eran comunes en la época, pero que no han sido reconocidos adecuadamente en las representaciones iconográficas.
Una reevaluación meticulosa de las
fuentes primarias, apoyada en estudios interdisciplinarios que involucren la
musicología, la historia del arte y la arqueología musical, podría arrojar
nueva luz sobre la función y la naturaleza de estos instrumentos. Esto no solo
corregiría posibles malentendidos históricos, sino que también enriquecería
nuestra comprensión del patrimonio musical medieval.
Daniel S. Polo.