1602.
Mateo Luján de Saavedra (Juan Martí).
Segunda parte de la vida del pícaro Guzmán de Alfarache.
Florencio Sevilla, Castalia (Madrid), 2001
En casa teníamos la música por pasto ordinario; de noche andaban por las calles dándola a las que ellos querían agradar; de día no entendían en otra cosa, que parecían encantados. Grandemente provocaban con ella, que yo les vi hacer milagros de amores, gozando de muchos lances; que, como dijo Menandro, es la música grande incitamento para el amor, y en ella se halla grande refugio para solicitar y conquistar los corazones.
Viene esto de aquella compatía que el alma tiene con la música, a la cual se sujeta, ora esté alegre, ora triste, ora colérica, ora flemática, ora llena de enojo o de cualquier otra pasión. Y así, les echo mucha culpa, pues usaban deste ejercicio para vicios o regalo, usando desordenadamente, gastando demasiado tiempo y haciéndole alcahuete de sus malos intentos.
Era yo tan fácil imitador, que si ellos tañían, yo danzaba, y no hacían tanto son como yo castañetas. Estaban ellos embebecidos en su música, y yo tenía tiempo de entretenerme a los vueltos, que, según andaba desencuadernada la casa, nunca usábamos de libro encuadernado.