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Justiniano, Juan
Instrucción de la mujer cristiana, de J.L. Vives
Elizabeth Teresa Howe, Fundación Universitaria Española (Madrid), 1995
Ya pues, si bien miramos, veremos claramente en cuánto grado nos exceden los gentiles en la gravedad de costumbres, los cuales, aunque alguna vez por milagro danzaban, no obstante, era su danzar tan honesto y reposado y cortés, que (según dice Séneca), aunque sus mismos enemigos estuvieran allí delante, no tuvieran que reprehender en ellos. Mas en nuestros tiempos este mal ha subido a tanto, que ya los amigos, cuanto más amigos son, menos pueden dejar de reprehenderlo. O si no, dime, ¿a cuál hombre cuerdo, a cuál mujer honesta, a cuál cristiana pueden parecer bien estas danzas tan dañosas que ahora se usan? Dejemos ahora a nuestra España con sus castañetas (aunque a veces son más duras de romperlas a los dientes de buena fama que cuencos de dátiles) y digamos algo de Francia y de Inglaterra.