“A las CASTAÑUELAS no corresponde otro que atárselas al dedo,
hincando bien el diente a los cordones para apretar el pasador y ponerse a
tocarlas, sin reparar en pelillos, aun que sí en palillos”. Asenjo Barbieri.
Las Castañuelas. 1898.
La presencia de cordones y cintas en las castañuelas ha sido
constante desde sus primeras menciones literarias hasta su consolidación como
elemento definitorio del instrumento en los tratados lexicográficos y
observaciones etnográficas. Lejos de ser un mero aditamento, estos elementos
constituyen una parte esencial tanto en su función mecánica como en su
significación estética y social.
En 1582, Luis Gálvez de Montalvo
alude en El pastor de Fílida a unas “castañetas
de ébano con cordones de seda”¹, donde el contraste entre el ébano y la
seda enfatiza el refinamiento del instrumento, probablemente concebido como
objeto de valor dentro de un contexto pastoril idealizado.
“Puso por precio una bolsa de lana parda con cerraderos
verdes, y contra ella señaló Sileno unas castañetas
de ébano con cordones de seda; luego al son de la bocina de Arsindo y de un
atabal de dos corchos, que Piron tañía, tomaron lanzas, y á las dos que
corrieron no hubo ventaja,…”
Esta línea será continuada pocos años después por Cervantes
en La Galatea (1585), al describir cómo los jóvenes adornan sus
castañetas con “coloradas cintas” para los bailes². La imagen evoca la
dimensión decorativa del instrumento y su papel como atributo galante, ligado a
la puesta en escena del cortejo y del espectáculo comunitario.
“y cuál con su tamborino y flauta les daba la madrugada;
acullá se oía la regocijada gaita; acá sonaba el acordado rabel; allí, el
antiguo salterio; aquí, los cursados albogues; quién con coloradas cintas adornaba sus castañetas
para los esperados bailes; quién pulía y repulía sus rústicos aderezos para
mostrarse galán a los ojos de alguna su querida pastorcilla: de modo que por
cualquier parte de la aldea que se fuese, todo sabía a contento, placer y
fiesta”.
La fórmula “castañuelas
guarnecidas con su cordón”, presente en las Letrillas atribuidas a
Góngora (ca. 1589–1650)³ y en los Tonos castellanos B (ca.
1610–1620)⁴, refuerza esta relación entre el instrumento y su ornamento, especialmente
en el contexto de la danza colectiva. La expresión “guarnecidas” sugiere que el
cordón forma parte del acabado artesanal, del mismo modo que una joya se
engarza o una prenda se ribetea, subrayando el carácter personalizado y valioso
del instrumento.
“Bailad en
el corro, mozuelas,
pues os hace la gaita el son,
guarnecidas con su cordón
guarnecidas con su cordón.”
La primera edición del Diccionario
de la lengua castellana (1780) introduce una descripción más técnica, en la
que el cordón (o cinta) ya no es solo adorno, sino pieza imprescindible del
mecanismo funcional: “se unen con una
cinta, ó cordon que pasa por dos agujeros, […] átase uno al dedo pulgar de cada
mano”⁵. Esta explicación convierte al cordón en un elemento organológico
propiamente dicho, sin el cual la castañuela no puede ser ejecutada.
“CASTAÑUELA. s. f. Instrumento pequeño que comunmente se
hace de la manera del nogal, ó castaño, y algunas veces de marfil, el qual se
compone de dos mitades cóncavas, que juntas forman la figura de una castaña, y se unen con una cinta, ó cordon que
pasa por dos agujeros, que por la parte superior tiene cada mitad. Átase uno al
dedo pulgar de cada mano, y dando contra la palmade ella, ó apretando el dedo
de en medio contra el pulgar hacie cierto sonido, que sirve para acompañar el
tañido de algun bayle español. Crotalum ligneum.”
A lo largo del siglo XIX, las fuentes etnográficas
evidencian la permanencia de la cinta como elemento de adorno en las
celebraciones populares. En el folclore gallego, una copla recogida en el Instituto
de Música y Literatura Tradicional Gallega refiere unas “castañetas de buxo, / cintas de seda”⁶,
remarcando tanto el material noble como el carácter festivo del instrumento.
“Castañetas de buxo,
cintas
de seda,
para bailar no baile
da Ramalleda”
De modo paralelo, en el ámbito asturiano, Octavio Bellmunt y
Fermín Canella observan cómo las mozas de Carballo, Fuentes o San Pedro de
Arbas utilizan “castañuelas adornadas con
cintas de vistosos colores” durante las ceremonias nupciales⁷, manifestando
el papel simbólico del instrumento como parte del ritual de transición y
celebración.
“En las de Carballo, Fuentes, Civea, San Julián y San Pedro
de Arbas es diferente la fiesta de las bodas. Unas cuantas Mozas, de las más
galanas de la redondada, cantan, al son de panderos y castañuelas adornadas con
cintas de vistosos colores, complas (sic) de bienvenida y enhorabuena á la
venturosa desposada, diciéndola ( no en el dialecto, que, á semejanza de otros
concejos, no usan en los cantares) sabrosas estrofas del antiguo romancero,
cuando sale de la casa paterna paa la del novio, futura morada de su felicidad
ó desdicha:”
En un tono claramente satírico, la Crotalogía
prescribe normas específicas para el uso de cintas y cordones, recomendando
combinaciones cromáticas en función del tono de piel del intérprete y de sus otros
adornos. El carácter jocoso del texto no impide deducir la importancia que este
detalle visual tenía en la imagen pública del intérprete, especialmente en el
entorno escénico y cortesano⁸.
“Canon IV. Las cintas
ó cordones con que se atan á los dedos han de guardar la perfecta simetría,
que está establecida por ley , en los
adornos conocidos con el nombre de cabos. Sería un crimen de lesa
Crotalogía el que un Baylarin , y mucho mas una Baylarina se presentase en una
Sala con unas Castañuelas atadas con cintas del color de los zapatos , ó de las
cofias , garvines , redes , redecillas , albanegas ó catafalcos : que todos
estos nombres tiene una misma cosa , que sirve para recoger el pelo.
Excepcion. Los
cordones de plata y oro dicen bien con todos los colores, y con todas las
Castañuelas”
En conjunto, estas fuentes permiten sostener que los
cordones y cintas han tenido históricamente un doble papel: como elementos
necesarios para la correcta ejecución del instrumento y como vehículo expresivo
de gusto, identidad y estatus. Su persistencia en los repertorios tradicionales
hasta el presente confirma que, incluso en los elementos más discretos del
instrumento, se manifiesta una profunda interacción entre técnica, estética y
cultura.
Notas
- Luis Gálvez de Montalvo, El pastor de Fílida
(Lisboa, 1582).
- Miguel de Cervantes, La Galatea (Alcalá de
Henares, 1585).
- Letrilla popular atribuida a Luis de Góngora, ca.
1589–1650.
- “Tonos castellanos B”, ms. 860, Biblioteca Bartolomé
March, ca. 1610–1620.
- Real Academia Española, Diccionario de la lengua
castellana, 1.ª ed. (Madrid: Imprenta Real, 1780).
- Instituto de Música e Literatura Tradicional Galega, copla n.º 133 (s. a.).
- Octavio Bellmunt y Fermín Canella y Secades, Asturias,
tomo II (Oviedo: Imprenta La Cruz, 1897).
8. Juan Fernández de Rojas, Crotalogía
o Ciencia de las Castañuelas: instrucción científica del modo de tocar las
castañuelas para baylar el bolero…, parte primera (Madrid: Imprenta Real,
1792).
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