Inició su formación artística a los seis o siete años en la academia de Paquita, una bailaora retirada cuya escuela se encontraba en una calle cercana a la Gran Vía. Posteriormente, sus padres la matricularon en la Academia de Luisillo, situada en las cercanías del Rastro de Madrid. Además, Mari Sevilla aprovechó la proximidad de la sede de la Sección Femenina en la calle Goya, donde aprendió una variedad de bailes regionales españoles, profundizando así su conocimiento del folclore nacional.
Continuó su formación bajo la tutela de Aurora, una pianista que impartía clases en su academia situada en la Puerta del Sol, en la esquina con la calle Mayor. Fue en este contexto donde captó la atención del responsable del Ballet Montemar, en la época en que Esmeralda ocupaba el puesto de primera bailarina. Mari Sevilla emprendió entonces una gira con la compañía que la llevó por diversos países de Europa, incluyendo Turquía, recibiendo una destacada cobertura en la prensa nacional.
A lo largo de su carrera, Mari Sevilla formó parte del dúo "Las Sevillanas" junto a su amiga Mari Soto, donde su habilidad y elegancia en el baile contribuyeron a la difusión del arte español en diversas plataformas. Uno de los momentos culminantes de su trayectoria artística fue su participación en el coro de baile de la película *El amor brujo* (1949), dirigida por Antonio Fernández-Román y basada en el guion de José María Pemán. Esta producción, acompañada por la inolvidable música de Manuel de Falla, es un clásico que fusiona la tradición flamenca con elementos de ballet, y en ella, Mari Sevilla dejó una profunda huella a través de su arte.
En la fotografía de portada de 1954, Mari Sevilla aparece participando en una actividad artística en el célebre Pasapoga Music Hall de Madrid, un espacio emblemático que acogió a destacados talentos de la época. Trabajó en dicho recinto desde 1946 hasta 1955, año en que se retiró del baile profesional tras su matrimonio con Horacio Carlos Orejas Canseco, dedicándose a sus labores como ama de casa, conforme a las convenciones sociales de la época.
Las castañuelas, inseparables compañeras de Mari Sevilla durante toda su vida artística, han sido cuidadosamente preservadas por su hija, María Cecilia Orejas García, como un testimonio tangible del legado de su madre en el baile y la cultura popular española.
Daniel S. Polo 2024
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