1607-1645
Duque de Estrada, Diego Comentarios del desengañado de sí mismo. Vida del mismo autor |
Aquí fue mi alegría, el no temer más
justicia, provisiones y persecuciones. Aquí sí que abrí
la boca y el pecho, exhalando congojas y dejando libre el pecho para gustos
y pasatiempos, desechando sobresaltos y temores. Navegamos con fortunas que
no nos querían dejar, aunque eran buenas, pues íbamos por los
puertos de Francia gozando de las Carnestolendas, que como en Barcelona empiezan
de San Martín, y yo luciendo mucho entre las damas, cuyas ceremonias
eran besar la boca a los caballeros. Pedíanme en cada festín,
y yo, a guisa de pájaro que escapa de la jaula, extendía las
alas, y si no podía en el pico como ave, cantaba mi libertad con las
castañetas de las manos y las
cabriolas de los pies.
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Crecía la opinión mía y era público
el ser español y caballero, y al mismo paso la admiración de
ver un español y un francés abrazados por la calle, a usanza
de Francia, y que no me llamaba sino "español mío".
Ya bailaba muy bien y danzaba español con las
castañetas e italiano; hablaba más que medianamente
las dos lenguas.
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Bauticéme en la parroquia de San Andrés,
día de la octava de Nuestra Señora, siendo mis compadres Don
Tomás de Borja, que murió arzobispo y Virrey de Zaragoza, siendo
canónigo de Toledo, y la Marquesa imperial Doña María
de Castro. Perdí mi amada madre año susodicho, quedando huérfano
y sin conocerla, y después mi padre y señor, con que quedé
huérfano de padre y madre, en poder de mi segundo padre (que tal le
llamaré) Juan Gómez de Cisneros, hombre de gran conciencia y
excelente en todas agilidades de caballería, el cual me puso a la escuela,
que aprendí con tanta facilidad que mi maestro, que era capellán
de casa, se admiraba; y juntamente tuve maestro de danzar y bailar con,
en que salí tan excelente que pocos he hallado en España, ni
fuera, mis iguales.