La iglesia de Santa María o de la Sangre en Llíria, edificada entre finales del siglo XIII y comienzos del XIV sobre los restos de una antigua mezquita aljama. Este templo destaca especialmente por su singular techumbre de madera a dos aguas, sostenida por cinco arcos diafragma apuntados, y por el extraordinario artesonado policromado que la decora, donde confluyen elementos ornamentales tanto mudéjares como góticos.
El artesonado presenta una rica iconografía que incluye
motivos vegetales, heráldicos como la flor de lis, animales fantásticos y
escenas de temática caballeresca. La policromía original, dominada por los
tonos rojos y dorados, se ha conservado en gran medida, si bien algunas zonas
muestran desgaste debido al paso del tiempo y a diversas intervenciones.
Este tipo de techumbre, característico de muchas iglesias construidas tras la Reconquista, responde a una solución arquitectónica más económica que las bóvedas de piedra, y evidencia la persistencia de formas constructivas de raíz andalusí integradas en el contexto cristiano.
Entre las escenas representadas, destaca una ilustración en
la que, a la izquierda, aparece un juglar tañendo un instrumento de arco, que
podemos aventurar una fídula o un antecedente directo del violín. Frente a él,
a la derecha, una figura femenina coronada —identificable como cortesana—
ejecuta una danza con los brazos en alto, mientras sostiene entre los dedos
unas tablillas de entrechoque. Estos instrumentos de percusión, empleados para
marcar el ritmo del baile, constituyen un temprano testimonio visual del uso de
idiófonos en el ámbito musical medieval peninsular.
Estas representaciones son valiosas fuentes iconográficas que ofrecen información sobre la instrumentación y las prácticas musicales durante la Edad Media, especialmente en la península ibérica, donde las influencias cristianas e islámicas se entrelazaban en el arte y la cultura.