GAUTIER, THÉOPHILE
Voyage en Espagne
París, 1845
Traducción de Enrique de Mesa.
Madrid. Calpe. 1920
Al fin levantóse la cortina,...
..y apreció el baile nacional, representado po un bailarín y una bailarina, armados de castañuelas.
Yo no he visto nada más triste y lamentable que aquellos dos desgraciados que no se consolaban entre sí. (......) sacudía con sus manos, descarnadas y sarmentosas, unas castañuelas cascadas que castañeteaban como los dientes de un hombre que tiene fiebre o las coyunturas de un esqueleto en movimiento.
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Los españoles bailan sólo con el cuerpo, cimbrean los riñones, pliegan los costados, retuercen la cintura con una elasticidad de almea o de culebra. En las posturas hacia atrás, los hombros de la bailarina llegan casi hasta el suelo; los brazos, desfallecidos y muertos, tienen la flexibilidad y la blancura de un chal desatado; diríase que las manos apenas pueden levantar y hacer repiquetear las castañuelas de marfil, con cordones trenzados de oro; y, sin embargo, llegado el momento, a esta languidez voluptuosa suceden saltos de juglar, y demuestran que aquellos cuerpos, suaves como la seda, encierran músculos de acero.
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La malagueña, danza local de Málaga, es de una poesía encantadora. (...) El galán intenta ver la cara a aquella misteriosa sirena, pero la coqueta maniobra tan bien con el abanico, lo abre y lo cierra tan a tiempo, lo vuelve y lo revuelve con tan presteza a la altura de su rostro, que el galán, descorazonado, retrocede algunos pasos y recurre a otra estratagema. Hace sonar las castañuelas debajo de su capa. Al ruido que producen, la dama presta atención, sonríe, su seno palpita, marca el compás a pesar suyo con la punta del piececito; tira el abanico, la mantilla, y aparece en traje de bailarina, deslumbrante de lentejuelas y de oropeles, una rosa en los cabellos y una gran peineta de concha en la cabeza. ....