domingo, 14 de diciembre de 2025

1842. Bolero Dancers the Theatre of Cadiz.

 
1842
Bolero Dancers the Theatre of Cadiz
Elizabeth Alice Frances
Richard Bentley, grabador.






Escena de danza española ambientada en Cádiz, tal como indica la inscripción inferior, y responde plenamente a la sensibilidad costumbrista que caracteriza muchos libros de viajes y descripciones pintorescas publicados en la primera mitad del siglo XIX, entre ellos el de Isabella Frances en 1842. 
La imagen no pretende documentar una actuación concreta, sino fijar un tipo: el del baile andaluz entendido como espectáculo visual, rítmico y corporal, destinado a un público extranjero fascinado por lo que percibe como lo “nacional” y lo “exótico”.

La figura principal, en primer plano, es una bailarina captada en pleno movimiento. Su cuerpo aparece en torsión, con el peso apoyado en una pierna y el otro pie ligeramente elevado, lo que sugiere desplazamiento y ritmo más que una pose estática. Los brazos levantados y abiertos estructuran la composición y conducen la mirada hacia las manos, donde las castañuelas ocupan un lugar central. No son un detalle accesorio: están claramente visibles, activas, integradas en el gesto. 
La bailarina las incorpora al dibujo del movimiento, como prolongación natural de las manos y del braceo. Esto subraya que el sonido es inseparable de la danza y que el ritmo no procede de un acompañamiento externo, sino del propio cuerpo de la intérprete.



Las castañuelas aparecen también en la segunda figura femenina, situada al fondo, ligeramente girada y en una escala menor. Su presencia confirma que el instrumento forma parte consustancial del baile, no de una solista excepcional. En ambas figuras, las manos adoptan una posición elevada y expresiva, acorde con la técnica tradicional de toque, lo que sugiere que el grabador —o la fuente visual de la que depende— tenía una noción razonablemente precisa del uso del instrumento, aunque filtrada por la estilización propia del género.



Desde el punto de vista iconográfico, la escena se inscribe en una larga tradición de representación de bailes españoles en la que las castañuelas actúan como signo identitario inmediato. No se trata solo de mostrar cómo se baila, sino de dejar claro, sin ambigüedades, que se trata de “lo español”. El instrumento funciona aquí como marcador cultural, casi como emblema, reconocible para el lector del libro incluso sin necesidad de un texto explicativo detallado.



El contexto editorial de 1842 es relevante. En esos años, las castañuelas ya están firmemente asentadas en la imaginación europea como uno de los símbolos sonoros de España, y especialmente del sur. El grabado no cuestiona ni matiza esta asociación; al contrario, la refuerza. La elección de Cádiz como escenario no es casual: ciudad portuaria, abierta al extranjero, pero también presentada como depositaria de una tradición popular intensa y viva. En esa tradición, las castañuelas aparecen como instrumento femenino por excelencia, ligado al cuerpo, al gesto y a la expresividad individual.






EL MUNDO DE LAS CASTAÑUELAS

Las entradas de este Blog provienen de una antigua página publicada en internet en los años 90. En principio se pretende publicar los conte...